Violencia TV
La violencia delictiva existe, pero… ¿Los medios de comunicación la amplifican y la exacerban? Ese es el gran debate del siglo. Aquí una experiencia personal.
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Por Carlos Bejarano
Revista Nexos
Este puede ser un diálogo recurrente en un canal de televisión:
-Accidente… ¿Cuántos muertos?
-No, solamente heridos.
-Entonces no sirve.
-¡Qué pena!
Trabajé muchos años en noticieros de TV y hay principios no escritos ni enseñados en ningún centro superior de estudios, pero cumplidos fielmente: si la noticia tiene muertos, mejor. Si hay sangre, mejor aún. Si hay una historia de amor tras la muerte, extraordinario. Si el familiar está implicado, bingo. Si hay ensañamiento y no encuentran al culpable, tenemos como para una semana de cobertura.
Todos somos expertos en noticieros. El ama de casa, el vendedor de pescado, el contador y el futbolista. Todos. Y no por haber seguido cursos de periodismo, sino por consumidor durante años. Y por esa sabiduría todos sabemos que el noticiero debe empezar con violencia. Crímenes, asaltos, robos a mano armada, maltratos contras las mujeres, asesinatos, linchamientos, bullying, abusos sexuales, pedofilia y parricidios, son los insumos principales de los medios de comunicación a nivel nacional y sin manejar el menor cuidado por las imágenes expuestas.
No asumiré las palabras del anterior primer ministro Juan Jiménez, quien sostuvo que se exagera con el tema de la inseguridad ciudadana. No. Por supuesto que existe y en proporciones históricas. Sin embargo, en los noticieros se amplifica esa complicada situación. Tal vez fue eso lo que quiso decir, pero finalmente dijo otra cosa y terminó en su casa.
Sangre, sangre y sangre. Es como si los noticieros se hicieran en Transilvania y Drácula fuera el director.
¿Y qué pasa cuando no hay violencia, cuando se nos planta enfrente uno de esos raros días en los que no pasa nada? Pues a inventar noticias. Sí, a inventar noticias.
Década del noventa. Cierto día, en la redacción de 90 Segundos, noticiero en el que trabajé cinco años, no había “abridora”. Abridora, hay que decirlo, es esa nota con la que empieza el noticiero y que solamente es tuya. Tu exclusiva. La que nadie tiene. Todos los que hemos trabajado en noticieros sabemos que debemos tener una abridora. Todos los días soñamos con nuestra abridora, noticia que será repetida y amplificada por la competencia. Que se “cuelguen” de tu abridora significa que estás haciendo las cosas bien. Sin embargo, ese día no la teníamos. La noticia con la que empezaba 90 Segundos era una declaración del Presidente. No había abridora.
Eran las cuatro de la tarde, y El Loco –así le decían al director del noticiero– sabía que la situación aún se podía salvar. Llama a nuestra mejor reportera y la cita dos horas después en la Laguna de la Molina. Y así fue. Con puntualidad inglesa, El Loco llegó con su 4×4. Entró de retroceso con dirección a la alberca y paró a unos pocos centímetros de la orilla. Abrió la maletera del carro y para sorpresa de la reportera y el camarógrafo, había un cocodrilo. Lo sacaron y lo tiraron al agua.
-“Ahí tienen su abridora”, dijo.
Y así fue. Por una semana, 90 Segundos fue el noticiero más visto del país haciendo interminables notas sobre El monstruo de la Laguna de La Molina. Y por supuesto que todos los medios de prensa se colgaron de nosotros.
Los noticieros viven de la violencia. Conviven con ella y si no la tienen la inventan. Situación que harta y lleva a protestas extremas.
Muerte en vivo
1974, julio. El canal más importante de Sarasota, en Florida, inicia su informativo principal con una larga lista de notas con sangre. Al final del noticiero y cansada de tanta violencia, la presentadora Chris Chubbuck anuncia algo que estaba fuera del libreto:
“Y ahora, prosiguiendo con la política del Canal 40 orientada a informar siempre lo último en materia de sangre y coraje en vívidos colores, ustedes tendrán otra primicia: un suicidio”. Dicho eso, la presentadora sacó una pistola y se metió un tiro en la sien. Falleció camino al hospital.
Tiempos de gran inseguridad. Tiempos de mucha violencia. Tiempos en los que mucha veces los noticieros se olvidan del periodismo y solamente piensan en el rating. Y los delincuentes se lo agradecen de corazón.