Sucedió. El 7 aún tiene aliento
(La República).- A raíz de los últimos problemas del 7, diversos analistas han opinado que el canal del estado “no da más”. No es mi apreciación, vistos los acontecimientos desde dentro. Aunque, son varios los temas críticos que han saltado a la palestra, motivando las opiniones negativas de la prensa en las últimas semanas. En primer lugar, no se transmite el juicio a Fujimori por razones poco claras, ni siquiera se ofrece un buen resumen; luego se cancela a conocidos conductores que han sido parte de la historia reciente del canal, se trata de Guillermo Giacosa y también de Cucho Peñaloza; por último recrudecen tensiones laborales, que se saldan por contratos y despidos intempestivos.
En los 21 meses de gobierno aprista hemos pasado por tres administraciones del 7 y, dicho en términos muy generales, la primera gestión quiso cambiarlo todo cayendo víctima de su propia imprudencia; la segunda fue bonachona y un tanto etérea; mientras que la tercera viene encarando un déficit y cerrando espacios. Pero, no se trata de estilos diferentes. El problema de fondo es la ausencia de una televisión pública en el país. La televisión del estado es controlada en forma total por el poder político. El directorio no surge en forma mixta. El ejecutivo ni siquiera lo comparte con los otros poderes del estado, mucho menos con alguna institución de la sociedad civil. Siendo la instancia de conducción elegida por el poder ejecutivo en forma completa, es lógico que le preste una sumisión también absoluta. No se le pueden pedir peras al olmo.
En el 7 hemos atravesado por épocas más abiertas y otras difíciles y complicadas. Por ejemplo, la gestión de Ernesto Hermoza durante el gobierno de transición fue horizontal y creativa, habiendo diseñado el modelo de canal que ha tenido vigencia durante esta década. En esa misma línea también estuvo la administración de Eduardo Bruce, la más relevante del toledismo. Aunque, algo unifica todos los directorios que he podido apreciar en esta institución: son emanación del gobierno y no representan al estado, menos a la nación. Es decir, ciertos presidentes del directorio defendieron una concepción de televisión pública; pero, en el mismo gobierno de Toledo, la fase final del régimen fue de propaganda abierta al gobierno, Bruce ya se había ido y las cosas estuvieron peor que ahora. El problema es que se hallan en juego dos concepciones de televisión del estado que se entrecruzan constantemente.
Por un lado, el 7 es concebido como un instrumento de difusión de la obra gubernamental; se asume que los empresarios privados tienen sus medios y que no publicitan necesariamente al estado. Por ello, de acuerdo a este punto de vista, el gobierno tiene derecho a usar sus instrumentos de comunicación para dar a conocer sus logros y actividades. Por otro lado, se busca una televisión que amplíe la oferta al público, que no esté regida solamente por la ganancia que manda en la televisión privada. Se pretende difundir cultura nacional y entretenimiento sano, sumados a información política sobria y neutral, que piense en el Perú y no en el partido de gobierno.
Esas dos concepciones están presentes en el 7 y siempre han estado cruzadas. Conviene advertir que dentro del canal del estado se halla lo poco que se ha avanzado en términos de televisión pública. Es decir, hay una serie de programas que son producidos con estos criterios. Encontramos un porcentaje significativo de la pantalla del 7 que es cubierta de muy buena manera, tanto por programas antiguos como por últimas novedades. Con el paso del tiempo se ha generado una tradición que envuelve al personal. De acuerdo a este espíritu, se trabaja para el país y no para uno mismo ni para el anunciante, tampoco para el dueño. No importa el rating, sino la creación de una obra en la pantalla, bien pensada y largamente cultivada, no obstante los magros presupuestos, los bajos sueldos y las enormes carencias técnicas.
Lo más penoso de la despedida de Giacosa y Peñaloza es que ambos eran fuertes sostenes de esa tradición. Trabajaban bien y al canal le ofrecían prestigio y buen nombre. Ojalá que sus reemplazos continúen aportando en este sentido.