“Vida y pasión de la TV”, por Luis Arista Montoya
(El Peruano).- ¿En qué forma y con qué contenidos la versión peruana de la industria de la televisión ha contribuido con la educación del ciudadano y la democratización de la sociedad?, ¿su modernización de equipos implicó modernidad de contenidos?
Celebrados y celebrantes del cincuentenario de la televisión comercial (15 de diciembre: 1958-2008) no se han planteado públicamente esta autocrítica. Corresponde a los consumidores (vía Veeduría Ciudadana, universidades, ONG) y a los investigadores hacer un balance de logros, traumas, frustraciones y retos.
La segunda edición de la obra En vivo y directo (Fondo Editorial, Universidad de Lima, octubre 2008, 720 p.), del crítico Fernando Vivas Sabroso –no obstante su discurso de sabrosura pesimista–, deja trasuntar cierto entusiasmo por el “progreso inevitable” de la televisión peruana en el transcurso de estos 50 años.
Su conclusión de que “la TV se está profesionalizando y ese proceso debe acelerarse” es una especie de hipótesis ad hoc que hilvana los nueve capítulos del libro, a través de una visión historicista de acumulación de programas, contenidos, actores y acontecimientos; bajo el espejismo de que todo tiempo pasado no fue mejor, y que todo futuro, necesariamente, puede ser mejor.
Esto no es del todo cierto. La TV ha marchado a paso de cangrejo, es decir, hacia atrás.
No va bien. Vivas lo sabe, los televidentes también. La TV-nodriza hipnotiza a los infantes para que no molesten en casa; la TV-tutora informa (y deforma) entreteniendo a escolares mediante la desvalorización de los valores impartidos en la escuela.
Es “mala maestra”, dice Karl Popper: educa pero mal.
Los niños (de 8 a 11 años de edad) ven la tele cinco horas diarias, el mismo tiempo de permanencia en la escuela, aunque hoy con los videojuegos, la internet y el celular esto viene cambiando, pero continúa siendo una “ladrona de tiempo”, una “criada infiel”.
Socializa mediante programas de cultura de violencia. Entonces, ¿qué hacer? Instruir a los niños en la escuela para que aprendan a ver la tele es una solución.
La experiencia pedagógica de “prensa-escuela” está dando buenos resultados. En esto coincido con Fernando Vivas.
La toma de decisión ilustrada del televidente sobre el manejo del control remoto –pasando desde el cerebro por la voluntad, la sensibilidad y la mano– es la mejor forma de defenderse de la televisión basura.
Para lograrlo, es básico trabajar con los niños desde las aulas: aprendiendo y enseñando a ver en forma distinta y clara, con ojo crítico y alerta.