“Los niños y los medios de comunicación”, por Mónica Sánchez
(El Peruano).- Resulta verdaderamente indignante la violencia que vivimos en las calles y en los hogares. Todos los días somos testigos de un padre que abusa de su niña, de una madre que quema a su menor hijo con una plancha, de chicos que pelean y se acuchillan en las calles y de jóvenes que ven su vida frustrada porque algún orate lo echó del balcón de un estadio y nadie vio nada.
La violencia física, sexual y psicológica es el pan de cada día y asistimos, de manera obligada a verla, a través de los medios de comunicación. No basta con saber del hecho, hay que observarlo en vivo y en directo.
El hogar, la familia, la escuela, el trabajo, la comunidad, los medios de comunicación y hasta las instituciones que deben proveer protección y justicia se han convertido en lugares poco seguros, sitios donde la violencia se reproduce diariamente.
Son veinticuatro los casos diarios de violencia familiar contra los niños que se registran cada día en las comisarías, y once las denuncias diarias de violación contra la libertad sexual de niños y adolescentes.
Según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes), una de cada cuatro adolescentes que tiene una pareja y está entre 15 y 19 años, ha experimentado violencia física o sexual por parte de su esposo o compañero, y solo el 5 por ciento de esas adolescentes buscó ayuda en alguna institución.
Estas cifras muestran que sigue habiendo un importante subregistro de casos de violencia.
El Observatorio de la Criminalidad del Ministerio Público reportó en 2010 que el 37% de los homicidios que ocurren en niñas, niños o adolescentes proviene de algún miembro de la familia. Esta estadística es una realidad que vemos diariamente a través de los medios.
En los últimos días se han difundido imágenes referidas al intento de violación de un padre hacia su hija de once años. Más allá de lo escandalosa y delictiva de la situación -de la que bien dan cuenta los medios- se ha realizado una malsana difusión de las grabaciones exponiendo innecesariamente la identidad de la niña y contraviniendo la protección y el derecho de los niños y adolescentes contemplados en nuestras normas jurídicas.
El Consejo Consultivo de la Radio y la Televisión (CONCORTV) ha señalado que "si bien noticias de esta naturaleza son de interés público y deben ser de conocimiento de la población, resulta innecesario y violatorio presentar la identidad de la niña, víctima del delito".
No es posible que cuando se difunden imágenes de niñas o niños se difumine tan solo sus ojos, mientras se entrevista a la madre, a la profesora o al vecino. La comunidad identifica a esa víctima y queda inevitablemente marcada frente a los demás. Se atenta así contra la figura y privacidad de esa niña o niño.
La Ley de Radio y Televisión promueve la autorregulación de los medios. Son ya varios los que tienen un código de ética, pero se requiere todavía una mayor autocensura para que hechos que deben ser informados se hagan defendiendo el legítimo derecho que tienen los niños a ser protegidos de su identidad frente a actos de violencia, de los cuales son víctimas cotidianas.
La Convención sobre los Derechos del Niño declara que cualquier niño es titular de sus derechos y que toda institución pública o privada debe tener en cuenta el efecto que cualquier acción puede causar en la vida de un niño. Sobre cualquier medida que se adopte, prima siempre el interés superior del niño. Por eso, si bien es muy provechoso que los medios denuncien estas atrocidades, no es necesario mostrar a esos niños, es inútil agredirlos nuevamente al explicitar su identidad.
La herida que deja una agresión física o sexual en la vida de un niño es irreparable, la consecuencia del daño psicológico deja una huella muy difícil de superar. Tratemos a nuestros niños con respeto, propiciemos entre todos una mejor convivencia, estimulemos en los medios de comunicación la autorregulación, de manera que un niño que es violentado no sea identificado. Es nuestro deber protegerlos, es nuestra obligación hacer de este mundo un espacio más apropiado para nuestros niños.