“El ráting, un veneno para la cultura política”, por Cecilia Blondet
(Perú 21).- Debido a problemas absurdos con Telefónica y Cable Mágico los últimos meses no tuve cable y solo vi televisión de señal abierta. Una prueba de tolerancia por lo tóxico de sus programas periodísticos. Abuelas y niños atropellados, jóvenes ahorcados, taxistas asesinados o cadáveres regados por las carreteras del país son las noticias de todos los canales que compiten para ver quién presenta el cuadro más horroroso.
Es un pernicioso efecto del ráting. Los noticieros priorizan la tragedia hecha espectáculo porque se supone que es lo que le gusta a la gente y, por lo tanto, es lo que vende, construyendo así un público cada vez más adicto a la sangre. El problema es que esta característica policíaca de la televisión nacional tiene efectos perversos en la cultura política de la población.
Las últimas semanas así lo muestran. El asesinato de la señora Alicia, el amor/dolor/celos de la señora Abencia, su encarcelamiento, el testimonio de Mamanchura, el de su padre, el de su madre en su pueblo, el de las hermanas, capturaron la atención del periodismo, y solo cuando mataron al estilista Marco Antonio, las señoras pasaron a segundo plano. Hoy ya conocemos la vida y la obra del peinador, los potenciales asesinos: Glenni, 'Pachón’ y Jordán y los móviles del crimen. Marco Antonio cederá su sitio a Micky Rospigliosi y así sucesivamente. Cuando el melodrama se hace realidad se convierte en noticia central, para beneplácito de artistas y anunciadores desplazando la noticia política a un segundo plano sino viene con sangre.
Es el caso, por ejemplo, del juicio por corrupción a Fujimori que siendo tan importante porque vincula de manera explícita a Montesinos termina siendo un refrito para la televisión sin cable. Y si bien interesaría que el público conozca cómo así Fujimori tenía 18 millones de dólares en Palacio de Gobierno, no en los bancos, de donde sacó el dinero; o cómo es eso de que pagó 15 millones de dólares para salvarnos de un golpe de Estado, no se convierte en noticia porque prima la farándula. Después no nos quejemos por la calidad de nuestros representantes.