Cincuentona
(El Comercio).- Mañana la televisión cumple cincuenta años en el Perú. El comienzo fue demasiado modesto, porque muy pocos peruanos –menos de cinco mil– tenían televisores para ser testigos de ella y porque la frecuencia pionera fue la del Canal 7, y era estatal, menesterosa y mediocre, como lo sigue siendo hasta hoy.
Esta evocación, por lo tanto, aunque celebre las bodas de oro de uno de los grandes inventos de la modernidad en el Perú, estará signada por cierta tristeza e inevitable malhumor. Acabo de llamar a Carlos Manrique, el último e improvisado jefe del 7, y el hombre se corre porque no sabe qué decir sobre el gran reclamo ciudadano para que el canal sea un espacio público alternativo a la TV privada y no un malbarateado botín del gobierno. Espero que la comisión técnica que prepara la ley de radiodifusión estatal acabe de una buena vez su proyecto y tengamos un canal con participación ciudadana y señal internacional.
Volvamos a los orígenes. El 7 no tenía local propio y le dieron el último piso del edificio del Ministerio de Educación (hoy una de las sedes del Poder Judicial, en la esquina de La Colmena con Abancay) porque, ya que era el más alto de Lima, podía irradiar mejor su señal. Pero la inauguración, el 17 de enero de 1958, fue tan discreta que ni siquiera el entonces ministro de Educación, Jorge Basadre, intuyó su significado histórico. Para él fue el resultado de un simple proyecto financiado por la Unesco.
No tenía estrellas ni películas en latas ni presupuesto holgado, así que el 7 sobrevivió como escuelita de técnicos y espacio para recitales poéticos, folcloristas solemnes y conductores tiesos. Recién durante la dictadura militar de Velasco y Morales Bermúdez, que estatizó toda la televisión, le dieron ventajas comparativas: se expropió para él el local del difunto Canal 9 (sin relación con el actual ATV) y se permitió que produjera géneros populares. “Estrafalario” fue el embrión de “Risas y salsa”.
Durante los años 80 fue aplastado por la liberada TV privada y recién a inicios de los años 90 produjo algunas singularidades conversadas, como “Informalísimo”. De los siguientes años sombríos destacan algunas franjas culturosas y pluralidades informativas. A sus 50, lo poco conseguido está amenazado.