Rosa María Palacios: “El Estado tiene todo el derecho de regular los contenidos con un horario familiar o de protección al menor”
Publicado en rosamariapalacios.pe (Foto: PUCP)
¿Qué dice la ley sobre la radio y televisión?
1. Veamos primero la Constitución. La libertad de prensa, expresión e información consagrada en la Constitución es un derecho político. Es esencial para la vida democrática del país. Se reconoce para que la prensa denuncie al poder, lo fiscalice, lo examine, lo exponga y así logre que el pensamiento crítico de los ciudadanos sea servido, creando un balance ciudadano frente al poderoso. Esta protección constitucional extraordinaria que es dual (derecho a informar y a estar informados) no protege todas las expresiones. Así, por ejemplo, la publicidad comercial tiene regulación, prohibitiva en algunos casos y nadie puede alegar que se viola la libertad de expresión cuando se regula la publicidad de alcohol, tabaco o medicamentos. Del mismo modo, no todos los contenidos de la programación de radio y televisión están protegidos. Afirmar lo contrario es una falacia, muy usada, pero falacia al fin y al caso. Así, los contenidos de entretenimiento no tienen esta protección. Por ejemplo, la Ley de Radio y Televisión vigente prohíbe la pornografía (un contenido de entretenimiento ¿verdad?) y a nadie se le ha ocurrido, desde su vigencia en el 2004, gritar que se está violando la libertad de expresión.
2. El Estado tiene todo el derecho, sin violar libertad alguna, de regular todos los contenidos con un horario familiar o de protección al menor. Esa es la ley, vigente desde el 2004. Desde las 6 am hasta las 10 pm no pueden pasarse contenidos violentos u obscenos. Y la ley es la ley ¿verdad? (…)
3. Hay dos cuentos contra los que hay que estar prevenidos. El primero lo soltó el Gerente General de América en twitter hace varias semanas. “Si no les gusta, cambien de canal”. Suena lógico. Puedo ejercer mi libertad de escoger, ver o no ver algo. Pero hay un problema con esa afirmación. El espectro radio eléctrico – bien público de propiedad de la nación y entregado en concesión a los radio y tele difusores – es limitado. (…) ¿Qué es lo que hay en señal abierta nacional? Lo que hay es un número muy limitado de empresas de televisión que escogen lo que usted puede ver. Usted no escoge. Ellos escogen. A saber, Latina, América, Panamericana, y el Grupo ATV. Cuatro. Eso es todo. (…) ¿Con cuatro opciones, cuyas parrillas de programación son casi idénticas? ¿Hay de dónde escoger? ¡No se pasen, pues!
4. El segundo cuentazo es que el morbo es de utilidad pública. (…) El problema es que no tenemos institucionalidad y la televisión le ha hecho creer a las víctimas de cualquier injusticia que la exposición pública sustituye al Poder Judicial. Eso es falso pero ahí van, a cuanto medio existe, a hacer su cola para hablar con el productor y contarle “su caso”. ¿Y tiene ese productor un equipo de abogados, peritos médicos, asistentes sociales para ayudar de verdad a esas personas? No. No tiene nada. Tiene el morbo desarrollado para seleccionar, eso sí, una en cien, de las solicitudes que se presentan y calzarla con el tema de moda. (…) Pero eso, no es prensa. Eso es morbo. Prensa cubre temas de interés general, no particular. Cuando hay prensa, verdadera prensa, el caso sólo se usa para ilustrar un problema general. La política, el debate de ideas – no de personas – ¿ocupa un lugar estelar? No, no existe. Está casi desaparecida.
5. (…) Millones de televidentes en el Perú han migrado a servicios de cable, cuyos contenidos especializados ofrecen esa variedad que no existe en los canales gratuitos. En los últimos 18 años, desde que entró el servicio de televisión de cable al Perú, su audiencia ha ido creciendo sostenidamente año a año en desmedro de la señal abierta. (…) ¿Y en provincias? La explosión de canales de televisión locales es imparable. Con contenidos pobres o mediocres (a veces, repetidoras parciales de canales nacionales) están ahí porque hay un mercado no servido, sino, no existirían. Cubren sus noticias locales, porque nadie las cubre.
6. Podemos discutir por horas qué cosa es obsceno y qué cosa es violencia. Pero esas palabras – que están en la ley – no están por gusto. En el debate parlamentario del proyecto que hoy es ley, el 2004, me tocó asistir a la Comisión de Transportes y Comunicaciones para prevenir de los riesgos constitucionales de limitar contenidos en radio y televisión a través de fórmulas gaseosas. En eso hubo claridad. Justamente por eso se colocaron fórmulas que se suponía eran claras para todos. Pues parece que doce años después lo que es violento y lo que es obsceno ya no lo tiene claro nadie. ¿Las cámaras de video vigilancia transmiten imágenes de crímenes violentos? Por supuesto. No digo que no se informe del crimen, digo que las imágenes violan el horario de protección del menor. ¿Ver morir atropellado a un familiar una y otra vez, mientras la imagen se repite y se repite, no es violento? Lo era. Parece que ya no lo es. Y no entro en lo obsceno que para eso están varios concursos y programas de farándula que han hecho de la falta de pudor y de la ventilación de lo íntimo una bandera que pasará de moda, como todas las anteriores. Pero que hoy, viola la ley. Y la ley es la ley ¿verdad?
7. Una palabra final sobre educación. cultura y medios de comunicación. Un proyecto de ley, timidísimo, que propone algo de cultura voluntaria en radio y televisión ha sido satanizado por El Comercio. El proyecto es desdeñable por inocuo pero no porque lo que pida sea insustancial. La Constitución dice en el artículo 14, último párrafo: “Los medios de comunicación social deben colaborar con el Estado en la educación y en la formación moral y cultural”. Eso dice la ley de leyes. Parece un chiste cruel sino uno ve la oferta local de contenidos de televisión. Y eso mismo se repite en la Ley de Radio y Televisión en la Quinta Disposición Transitoria llamada (¡Respire hondo!) “Franja Educativa”. Ahí se pide lo mismo que el proyecto del congresista vapuleado. Que se destine un “contenido mínimo” dice la ley, para cumplir con la Constitución.
¿Han cumplido acaso alguna vez con un contenido mínimo para educación? ¿Han cumplido con autorregularse? El 88% de TV y radio en el Perú adopta, por omisión, el Código de Ética del MTC. Es decir, no lo han ni pensado. La televisión de Lima se adscribe a un Código gremial de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión que algo hace, aunque la sanción – diminuta para los ingresos de los canales – llegue meses o años después. En el 2001, después de la debacle de la credibilidad de la televisión por las coimas recibidas en la salita del SIN se pensó que podían aprender lecciones. No aprendieron nada. Están, 15 años después, realizando el sueño de Montesinos. Han desaparecido la política de los noticieros reduciéndola a la nada, no vemos asuntos de interés ciudadano o nacional sino meros casos particulares que se agotan en ellos mismos. No hay espacios para investigación periodística de calidad. Dense cuenta. Todavía están a tiempo. Hay decenas de periodistas en televisión insatisfechos con lo que hacen, pero lo hacen porque la administración no aprecia el valor de su trabajo. Si no genera más plata, no sirve. Y el morbo genera más dinero que la noticia.