“Tras la tormenta”, por Fernando Vivas
(El Comercio).- Los monstruos de la 'tele' estaban ronroneando y bostezando satisfechos, matando sus pulgas en su propio territorio, hasta que uno de ellos le buscó pelea al otro y se armó el jaleo. El problema es que Beto Ortiz no mide la fuerza de su oponente ni el tamaño de la cadena que lo estrangula cuando pretende ir muy lejos. Demasiado lejos, en verdad, porque era descabellada la hipótesis de que “Bailando por un sueño” buscó favorecer a Adriana Zubiate introduciendo subrepticiamente trozos de un baile pregrabado en medio de la transmisión en vivo. Su socio Aldo Miyashiro sí le creyó y lo apoyó, lo que da una idea de que Beto mantiene ciertas dotes persuasivas detrás de cámaras.
Magullado, Ortiz hizo otra denuncia sobre la presunta falta de transparencia en la recepción y el conteo de llamadas a favor de los sentenciados. Aquí sí ha sembrado algunas dudas que Gisela y la empresa Naranya, encargada del duelo telefónico, tendrán que esclarecer a fondo mientras continúa la segunda temporada que ya empezó con buen paso y un importante correctivo: mejoraron el jurado con el reemplazo de Teddy Guzmán por la bailarina Morella Petrozzi.
Esta bronca de monstruos íntimos era tema obligado de Magaly, pero en lugar de cubrirla gruñó, se desmelenó y, al extremo de su cadena, dio dentelladas al aire dirigidas contra este servidor, porque critiqué su acoso a Miki González y lancé una propuesta de rigor que ha evitado comentar.
Dejaré a un lado los insultos y los argumentos propios de la bronca sensacionalista entre periodistas, pues es un género que no me interesa cultivar. Insisto en mi propuesta: que ATV, el canal que baila en torno de Magaly, publique un código de ética específico para el periodismo de espectáculo. Que lo converse con su gremio televisivo, la SNRTV, y con los anunciantes de la ANDA, que recabe opiniones de televidentes informados y nos diga qué es un personaje público, cómo interpretar lo que este autoriza de invasión a su privacidad, qué lugares consideran la vía pública y que se comprometa a evitar el acoso y el reglaje. No responder a esta propuesta de autorregulación es pura patanería.